Lucrecia vivió en Cachipay toda su vida, era hija adoptiva de Jane y defenzor, y aunque a veces estuvo un poco descuidada, siempre estuvo presente en sus corazones y pensamientos. Llego a ser la más vieja y experimentada del corral, logrando el respeto por parte de las más jóvenes, su sabiduría resaltaba más que esos lindos ojos cafés “heredados” de sus padres.
Ahora Lucrecia descansa en paz, esperamos que no haya sido parte de un almuerzo carnívoro del padre de defenzor, y que de alguna u otra manera se pueda enterar que su papa adoptivo, en medio de su tristeza, recuerda las promesas incumplidas de recorrer Bogotá D.C. juntos.
"Perdón Lucrecia, perdón"